Una de las trampas más sutiles del camino espiritual

Introducción
Entre las numerosas trampas que acechan al buscador sincero de LA VERDAD, la falsa espiritualidad destaca como una de las más insidiosas. Se disfraza de luz, pero conduce a la sombra; promete ascensión, pero siembra la involución.
Muchos caen en ella, creyendo que avanzan hacia la elevación espiritual, cuando en realidad se alejan de la auténtica Verdad.

¿Por qué sucede esto?
Nuestra mente, vehículo de la conciencia, es a la vez instrumento de evolución y de caída. Es moldeable, susceptible al cambio, y responde con precisión a la calidad vibratoria de nuestros pensamientos, que elegimos en pleno ejercicio de nuestro libre albedrío.

Vivimos inmersos en un mundo artificial, una creación invertida que distorsiona las leyes naturales. En este entorno, sin conciencia plena, inevitablemente marchamos en dirección opuesta al orden divino.

Sin embargo, no estamos desprovistos de poder. Nuestros pensamientos poseen la capacidad creadora para transformar no solo nuestra propia estructura —cuerpo, vitalidad, emociones y mente—, sino también todo cuanto nos rodea, incluidos nuestros semejantes. Esta facultad nos fue otorgada por nuestro Padre Creador.

La unión de esta capacidad mental con el libre albedrío conforma una poderosa herramienta para alcanzar la elevación espiritual, aunque también, si se emplea erradamente, puede precipitar nuestra caída.

Orígenes de la Trampa
La raíz de este peligro se encuentra en la intervención de entidades humanoides regresivas conocidas como los Anunnakis. Estas entidades manipularon nuestro ADN, sellando las hélices segunda y tercera, y nos arrojaron a una existencia de orfandad espiritual.

Privados de nuestra conexión natural con la Fuente, ellos aprovecharon para esclavizar nuestra mente colectiva, colmándola de toxinas, especialmente la más devastadora: la mentira. A través de este veneno, invirtieron la realidad de nuestro mundo, subvirtiendo la verdad y alimentando la ilusión.

De esta inversión nació el ego, un sustituto ilusorio de nuestro verdadero ser espiritual. Mientras que nuestro Yo superior busca el bien colectivo y la unión con la totalidad, el ego se orienta hacia la satisfacción individualista, separándonos de nuestra esencia divina. Es por esto que siempre he sostenido que el ego es nuestro egregor negativo individual.

Por la importancia vital de este tema, le hemos dedicado múltiples escritos, sabiendo que solo comprendiendo estas dinámicas podemos iniciar el verdadero camino de regreso a la Luz.

La Falsa Espiritualidad: El Camino de la Ilusión
El ego, alimentado por la influencia del ego social, nos seduce fácilmente hacia una falsa espiritualidad. Nos hace creer que transitamos un sendero de luz, cuando en realidad nos interna en las sombras.

Desconectada de su esencia, la mente humana se vuelve extremadamente vulnerable a las manipulaciones de dimensiones superiores, particularmente de la cuarta dimensión, donde operan entidades que buscan perpetuar nuestra esclavitud.

Recuerdo bien una reflexión que titulé: “El orgullo de ser humilde”, donde describí cómo la mente puede caer en una trampa sutil, creyendo que está ascendiendo cuando, en realidad, se hunde cada vez más.

Por ello, es fundamental conocer LA VERDAD, porque la Verdad es nuestro faro en la oscuridad, el GPS que nos orienta y nos permite corregir el rumbo.

Y más aún: no basta con reencontrar el camino individualmente. Nuestra misión se completa cuando también ayudamos a nuestros hermanos a liberarse de los engaños colectivos, especialmente aquellos instaurados por los egrégores sociales que programan nuestras mentes sin que lo advirtamos.

La falsa espiritualidad es, sin duda, una de las estrategias más finas y eficaces para frenar la verdadera evolución del alma.

Conclusión
La responsabilidad que hoy reposa sobre nuestros hombros, es la más trascendental que hayamos tenido en nuestra existencia universal. No podemos tomarla a la ligera, pues de ello depende nuestra ascensión a la quinta dimensión.

Vivir en concordancia con LA VERDAD REVELADA y esparcirla en cada rincón de nuestro entorno, tanto físico como virtual, es la razón misma de nuestra encarnación actual en el planeta. Al hacerlo, demostramos nuestro amor incondicional hacia nuestro Padre Creador y hacia toda la Creación.

Y como bien dice la sabiduría ancestral:
“Para luego puede ser demasiado tarde.”